Orfeo y Eurídice
Dulces acordes se desprendían de
su lira, 
esa melodía que Eurídice oyera
embelesada 
ahora llegaba hasta el duro
corazón de Hades.
En la mansión infernal se oyó la
música, 
todos conocieron de los
enamorados la triste historia 
y Perséfone suplicó piedad.
El príncipe concedió solo una
oportunidad.
Orfeo delante de Eurídice, marcha
por la oscuridad 
poco falta para llegar a la
claridad.
De pronto el silencio, Orfeo no
la escucha, 
su ansiedad lo traiciona 
y la observa alejarse musitando
un “Adiós” 
para toda la eternidad.
                                                 Carina Fernández 
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