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jueves, 29 de abril de 2010

DESDE URUGUAY

Hugo Ricobaldi



Nació en Buenos Aires pero reside desde hace varios años en Montevideo, Uruguay.
Docente jubilado, investigador, artista plástico, poeta y escritor
Como docente se desempeñó:
1979 - Maestro Técnico de Dibujo y Pintura. Ingresa al cuerpo docente de U.T.U.
1980 - Profesor de Dibujo Técnico en U.T.U.
1981 - 1982 - Profesor de Historia del Arte - Galería "ARTEA"
1987 - Autor de un proyecto de Curso de Geometría, para la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de la República
PUBLICACIONES
1976 - Autor del "Cronograma del arte contemporáneo"
1984 - Autor de "Un modelo tentativo de adecuación de la capacitación" presentado por AFE al XVI Congreso Panamericano de Ferrocarriles y publicado en el Boletín del Congreso, mayo 1984
1993 - "Las Políticas educativas de la Formación Profesional" U.T.U.
1995 - Coautor con la Lic. J. Sicilia, de la investigación "La Deserción. Entre lo planificado y la realidad"
1997 - Site Web "CIBERAPOSTADERO, Galería Virtual de Arte" - http://www.lanave.co.uy





Los invito a disfrutar uno de sus cuentos breves que van más allá de las palabras. El tejido, es el primer título del conjunto de narraciones que Hugo Ricobaldi tituló: "Lugares recónditos". Vale la pena llegar hasta el final ya que nos invita a la reflexión.

1. El tejido

Los tejidos de alambre nacen estirados y mueren con panza. Los tutores se agrietan, agrisan, agrandan, se esponjan y dan cobijo a los insectos que los cavernan. Aquel tejido era el límite único entre el jardín y la calzada de piedra, de anfibolita irregular, negra, lustrada. Las más largas, indicaban muy intuitivamente, la zona de vereda, irrespetada tanto por los carros, los perros y los repartidores. Me llamaba la atención, que esta suma enorme de irregularidades diera un cordón de cuadras, tan perfectamente recto, y leve.
El pasaje peatonal, tenía tantas piedras como yo compañeros de escuela, gritos, pelotas y goles. Al primer tejido, entrando a la derecha, lo había forrado una tana rubicunda, grandota y sonriente, con un rosal miñón. ¿O eran campanillas? ¿O tacos de reina? La levedad de mi memoria aúna todos los tejidos en uno solo, en ese.
Aquellas flores se cargaban, con el riego generoso, de perlitas brillantes, adheridas a las corolas, contra la lógica y la gravedad. En el fondo de las rositas había un palacio cóncavo lleno de columnas jugosas, visitado por el zumbido áspero de una abeja porfiada, que como el artesano que construyó el cordón, sólo se rige por el reloj del sol. Este inexorable, hace su trabajo sin desmayo y el palacio cierra sus puertas. A esa hora, las piedras se sienten bajo las suelas pero no se ven, la pelota tampoco y el partido termina.
La Luna flotante no es suficiente.
Aquellos niños, tuvieron otros niños que ya no viven allí.
Tengo curiosidad por saber si el tejido está.
Tengo miedo de que no esté.
Tengo miedo de nuestra levedad.
Ya vi demasiadas generaciones de hombres leves.
Ya vi demasiadas generaciones de hombres que hacen leves a otros hombres, y a las piedras.

E-mail: hricobal@adinet.com.uy

1 comentario:

Laura Beatriz Chiesa dijo...

Gugo, después de leer El Tejido, llegué a la conclusión que, este relato, es una reflexión sn sí mismo. Muy bueno, lo saluda,

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